El color del vino no depende del color de la uva, pues el zumo siempre es blanco. En la vinicultura francesa,
sin embargo, la prestigiosa denominación
«blanc de blancs» califica a aquellos vinos
blancos criados a partir de uvas también blancas.
El vino blanco es casi
siempre un vino joven, de uno a tres años, pues son muy
pocas las variedades que saben envejecer
adecuadamente. Es un vino que siempre se debe tomar frío. Los blancos secos, a una temperatura entre
los seis y los doce grados, y los
blancos dulces más fríos aún, alrededor de los cinco grados. El método clásico de enfriamiento es el que utiliza el cubo de hielo, siempre preferible al
refrigerador o nevera. Se debe ser
inflexible, sin embargo, en cuanto al momento: inmediatamente antes de servir, pues un vino blanco mantenido demasiado tiempo a baja temperatura
termina por debilitarse y por
romperse.
El vino blanco seco es el
acompañamiento obligado de pescados y
mariscos. Para los mariscos, más frío, y algo más templado para pescados que se sirven en caliente. El pescado preparado en salsa se acompaña mejor, de acuerdo con
los expertos, con un blanco
ligeramente dulce. Los blancos dulces, a
su vez, armonizan bien con las frutas.
La geografía mundial del
vino blanco raras veces coincide con la
del vino tinto. En España, es Galicia la región que, en su conjunto, presenta la mejor oferta de blancos,
como el ribeiro, vinos jóvenes, ácidos,
excelentes para acompañar el marisco; le
sigue, con excelentes blancos, Cataluña.
En Francia se encuentran
excelentes vinos blancos en las dos
grandes regiones vinícolas (el montrachet, uno de los mejores, en Borgoña, y el sauternes en la zona de
Burdeos). Pero es en la pequeña comarca
de Chablis, en los límites de la Borgoña, donde se crían los blancos más apreciados (y también, por cierto, los más imitados por viticultores de
otros países).
En Alsacia, y en el valle
alemán del Rhin, se producen casi exclusivamente vinos blancos, considerados
por muchos entendidos como los mejores del mundo. Estos vinos no reciben sus nombres, como suele suceder en las grandes
regiones vinícolas europeas, del
terruño de cultivo de las vides, sino de las variedades de éstas. La más conocida de todas es la riesling.
En Chile se crían los
mejores vinos blancos de América, en
variedades que van desde las trasplantadas de Francia hasta las procedentes del Rhin, selladas siempre con
las peculiaridades del clima y de la
tierra del Valle Central chileno.
Cuando se sirve un vino
blanco, no conviene llenar el vaso por
encima de un tercio, devolviendo enseguida la botella al cubo de hielo. De este modo, lo tomaremos siempre
fresco.
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